No podemos dejar de preocuparnos en estos días por el malestar generado ante la eventualidad de la celebración del 8 de marzo. Desde luego que la pandemia nos sigue golpeando y desde luego que hemos de ser precavidas y precavidos y mantener las medidas de prevención aun cuando nos parezca que la razón que nos lleva a plantearnos una excepción lo merezca, sea esta abrazar a nuestros seres queridos en Navidades, celebrar un evento deportivo, disfrutar de un acontecimiento cultural, mantener la economía a flote o manifestarnos a favor de nuestros derechos. Dicho esto, resulta llamativo que a medida que nos acercamos al 8 de marzo muchas personas parezcan atribuir a los actos del 2020 la responsabilidad de la transmisión del virus en nuestro país. Con independencia de las dificultades de cuantificar los efectos que tuvieron las manifestaciones de las mujeres en lo que ocurrió después, sería interesante entender las razones por las que se satanizaron estas manifestaciones y no se hizo lo mismo con otras manifestaciones, mítines, eventos, culturales y deportivos o actividades de la vida cotidiana que, hoy sabemos, nos expusieron al SRAS-Cov-2.
El empeño de estas últimas semanas en recordar aquellos días y en recordarlos poniendo a las mujeres en la primera línea de la transmisión, ensombrece lo que en realidad estaban haciendo las mujeres los primeros días de marzo del año pasado y siguen haciendo durante todos los meses que ha durado la pandemia: situar sus cuerpos en la primera línea de defensa.
En este foro, en el que durante este mes de marzo nos hemos propuesto reflexionar sobre las mujeres en primera línea hemos de ser especialmente combativas con los argumentos que desde la ignorancia, el temor o el machismo pueden contribuir a desarticular un movimiento, que por fin amenazaba con unirnos a todas para conseguir cambios reales, e invisibilizar lo que la pandemia por las malas había hecho patente:
-Que en España, el 66% de las personas que desarrollan su profesión en el ámbito sanitario son mujeres (84% en el caso de la enfermería, 72% para la Farmacia y 82% para la psicología). Este porcentaje alcanza el 70% a nivel mundial.
-Que las mujeres son quienes realizan la mayor parte del trabajo de cuidado remunerado y no remunerado. Representan el 84 % de las personas contratadas en establecimientos residenciales para personas mayores o en situación de dependencia.
-Que lo anterior ha expuesto a las mujeres al virus y a sus consecuencias sanitarias, económicas y sociales en mayor medida que a los hombres agravando las desigualdades.
La documentación de estos datos puede encontrarse en el informe que en mayo de 2020 publicaba el Instituto de las Mujeres con el título La perspectiva de género, esencial en la respuesta a la COVID-19.
Los debates generados en torno a las movilizaciones del 8 de marzo que no se basan en una argumentación sobre los hechos y la evidencia científica disponible, sino en una retórica que recuerda a la empleada para justificar la persecución a mujeres sanadoras y rebeldes, no deben distraernos de lo que es verdaderamente importante ahora, y que sólo conseguiremos reivindicándonos: revertir el impacto desproporcionado de la pandemia en las mujeres.
Totalmente de acuerdo!
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