Tal y como ya hemos ido señalando en los meses anteriores, la pandemia covid 19 ha puesto de relieve múltiples desigualdades de género ya existentes en nuestra sociedad. Durante este mes de mayo, vamos a empezar a poner el foco en algunos colectivos donde esas desigualdades han sido si cabe aún más notorias. Uno de esos colectivos es el conformado por mujeres con discapacidad o diversidad funcional.
Tal y como denunciaba al inicio de la pandemia Catalina Devandas, respecto a la situación general de las personas con discapacidad, muchas de ellas sienten que han sido dejadas de lado o no tenidas en cuenta durante esta crisis, ya que “las medidas de contención, como el distanciamiento social y el aislamiento personal, pueden ser imposibles para quienes requieren apoyo para comer, vestirse o ducharse”. (https://news.un.org/es/story/2020/03/1471272).
Ese aislamiento y esa soledad es una forma de exclusión sufrida por las personas con discapacidad de manera exponencialmente superior al resto de la población. Esa “soledad forzosa” o, como dice Luis Cayo, “miseria relacional” se agrava cuando el factor género y edad entran en la ecuación. Así, podemos ver cómo ser mujer, con discapacidad y mayor, es un sumatorio de factores que hacen la situación sea más compleja. (https://galeriavideos.cermi.es/player.php?id=/videos/418130944)
En la actualidad, la mayoría de las personas con discapacidad institucionalizadas son mujeres. Ese dato, además, se incrementa a medida que se cumplen años, de manera que la soledad y sus efectos aumentan considerablemente en las mujeres de mayor edad (https://www.abc.es/familia/mayores/abci-pandemia-agrava-problema-soledad-personas-mayores-discapacidad-202011020130_noticia.html?ref=https:%2F%2).
Por otro lado, a esta soledad forzosa se le suma también el incremento de la violencia contra las mujeres con discapacidad. Esta realidad ha sido denunciada desde CERMI Mujeres que señala cómo, durante este año de pandemia, la violencia contra un colectivo que ya de por sí sufre violencia hasta en 8 de cada 10 casos, ha aumentado en “frecuencia, extensión y naturaleza”.
Igualmente, desde CERMI advierten de que el confinamiento que ya de por sí es un espacio «propicio» para la violencia machista, en el caso de las mujeres con discapacidad suma un factor específico como es la carencia de apoyos” con dificultades derivadas de la falta de suministros de diferentes servicios, o falta de ayudas en el seguimiento escolar de sus hijas e hijos, entre otros». (https://www.europapress.es/epsocial/igualdad/noticia-cermi-senala-ocho-cada-diez-mujeres-discapacidad-sufren-violencia-situacion-agravo-covid-20210113141204.html)
Aislamiento, soledad no deseada, violencia y desamparo forman parte de la realidad que estas mujeres están afrontando de manera muchas veces invisibilizada y poco denunciada socialmente. Durante este mes, intentaremos reflexionar y arrojar luz sobre estos aspectos y otros que precisan de una respuesta por parte de todos los sectores y agentes potencialmente interpelados. Suceder ha sucedido, evitemos que siga sucediendo.